Wednesday, April 29, 2009

Resignación.


A través de la ventana veo pasar mi vida, mis recuerdos, mis decisiones más acertadas, y mis errores, esos que cada tanto me vuelven a la mente y me recuerdan lo lejos que estoy de la perfección. Veo a esas personas que por un motivo u otro ingresaron a mi vida, y así como aparecieron, desaparecieron también, dejando un vacío que dificilmente otro complete. De a poco entendí que de esta forma se aprende a perder, que así crecemos y nos damos cuenta que no todo es tan fácil como lo hacen parecer los demás, que para conseguir lo que queremos, hay que pelear por ello, dar pasos hacia adelante y hacia atrás, poder ponernos a un costado también y aprender a parar. Comprender cuándo es el mejor momento para hacer o deshacer, y observar nuestras formas, nuestro comportamiento y de qué forma afecta a aquellos que nos rodean.
Aprendemos a lo largo del camino a dejar, a tomar, a escuchar, a callar, a guardar secretos, y también adquirimos la habilidad de entender y de tomar decisiones que muchas veces marcarán pequeñas partes de nuestra integridad como persona.
Día a día tomamos decisiones, algunas tan rutinarias, que se hacen imperceptibles; otras, las más importantes, nos generan emociones, nos destruyen, nos recomponen, nos forman y deforman, hacen que nuestra mente, corazón y cuerpo se dividan en tres entes totalmente distintos y que simultáneamente se vuelvan a unir para formar un conjunto completamente equilibrado y desequilibrado a la vez, que da como resultado una sola cosa, nuestro crecimiento moral, psicologico y emocional.
Nuestra vida se basa en las decisiones que somos capaces de tomar en cuanto a aquellos aspectos de nuestra vida que nos generan incomodidad, deseo, placer, dolor, tristeza y sonrisas. Decisiones tales como de quién enamorarnos, los prejuicios, la forma de aprender de los errores, o de no aprender, son decisiones completamente invisibles e involuntarias, y es contra ellas con las que debemos luchar, discutir, diferir e intervenir ante la falta de autoridad. Eso es lo que somos, un gran conflicto de autoridades enfrentadas, millones de opiniones distintas dentro de un solo cuerpo, que nos forman íntegramente y nos llenan de problemas, como así también nos proveen de un arsenal lleno de armas para combatirlos. Estamos compuestos por opiniones, decisiones invisibles, comienzos de error que luego perfeccionaremos hasta lograr errar completamente. Hay algunos más vulnerables que otros al margen de error, y ante éste, se rinden y dejan que aquel grado de autoridad que los compete, se apropie de ellos mismos, y de su habilidad para decidir y descubrir que del error se puede tomar aquel gen, aquella pequeña parte de información que hizo que una acción se transformara en un precipicio completamente peligroso y destructor, y modificarlo, experimentar, probar, poner, quitar, evaluar, compensar, aprender. Lo que muchos no saben, es que nunca se debe llegar al arrepentimiento luego de un error. Esta parte de nuestro ser que tiende a subjetivizar aquellas acciones que lo perjudican es altamente dañina y debemos de mil formas erradicarlo de nosotros. Debemos comprender que arrepintiéndonos jamás llegaremos a ningun lado, si no acarreamos por lo menos la sensación de poder hacerlo mejor la segunda vez, y así sucesivamente hasta lograr que los efectos se aproximen lo más posible al resultado deseado. A mi parecer, no hay otra forma de aprender que la de errar y corregir, simultáneamente una y otra vez, para ir arreglando de a poco aquellos sectores de nuestra personalidad que involucran sentimientos equivocados, o la fuerza involuntaria que nos lleva a actuar de forma errónea y trae consigo sentimientos de frustración o tristeza. Indudablemente ese es el método que mejor me ha funcionado, y creo que jamás nadie debería llegar a la instancia del arrepentimiento, ya que en cuanto a mi opinión, nunca es tarde, y es probable que con un poco de tiempo y la voluntad de creer que se puede continuar, los errores son remediables. Solo eso se necesita, fuerza de voluntad, confianza en uno mismo, y sumo conocimiento de nuestra capacidad como personas, nuestro potencial y la autoconfianza que nos debemos ir construyendo para lograr nunca conformarnos con los resultados si algo sale mal, para poder no llegar a resignarnos, al fin y al cabo la resignación es el suicidio cotidiano.

1 comment:

  1. No hay que confundir resignación con fracaso ni mediocridad. Resignar también es madurar.

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