Thursday, September 24, 2015

Un año

Hoy, 24 de septiembre, se cumple un año. Exactamente un año desde que abrí ese sobre que convulsionó toda mi vida. Todo venía en orden, todo salía bien. El trabajo, las amistades, el amor, (tal vez la familia era lo único que estaba desorganizado).
No supe qué decir, ni qué hacer. Sólo entregué el sobre a mi viejo, y me fui de la cocina. Después vino el momento de contar lo que me pasaba a mis seres queridos, de confiarles mi mayor problema, de intentar no quebrarme, de contárselo a mis jefes, con el miedo de no saber cómo reaccionarían. Comencé a sentir muchísima angustia, mucha tristeza y a temer la reacción de los demás. Muy pocas personas supieron realmente lo que me pasaba hasta el día en que me operaron. Y fue porque así lo quise. Nunca me identifiqué con el rol de víctima y tampoco quiero hacerlo ahora. No me sentí nunca una paciente de cáncer, no me volví el cáncer ni hice de mi vida una prédica contra los hábitos y las comidas que lo generaran. No lo hice porque nunca me vi cerca de la muerte.
De esta manera, al sobrepasar la situación, no me sentí héroe, ni ganadora, ni mucho menos. Sí me sentí bien conmigo misma por demostrarme que puedo contra cosas difíciles, en especial porque no fue lo único que tuve que sobrepasar, ya que incluí en el paquete un despido, peleas familiares y distanciamientos con numerosas personas a quienes yo contaba como amigos. No fue fácil, pero tampoco fue imposible.
Hoy, mirando hacia atrás, haciendo un racconto del año que pasó pienso en todas las cosas que logré, en la gente que conocí, en las personas que se alejaron de mí y de las que yo misma me distancié por ser tóxicas, en aquellos que me fallaron, en aquellos a los que les fallé por no poder manejar el remolino de emociones que fue mi vida hasta hace una semana. Aun no estoy del todo organizada, todavía voy y vengo con los horarios, no me anoté en el gimnasio, me faltan muebles que comprar y tengo muchas cosas tiradas, pero ya no llego alterada, ya no llego angustiada, ya respiro normal y principalmente, ya no tengo tantos ataques de ansiedad como los tenía antes.
No obstante, extraño muchas cosas, muchos proyectos que se que ya no son posibles, muchas situaciones que no se van a volver a dar, pero tengo que aprender a crecer con eso y a ver que la vida no se termina ahí, que si bien no pude y no voy a poder hacer por un tiempo el viaje que sueño hacer, tengo tiempo suficiente para ahorrar el dinero que me hace falta y hacerlo como corresponde el día que tenga la posibilidad. Hasta consideré hacerlo sola, no depender de nadie, no depositar mis esperanzas en gente que me demostró reiteradas veces que no vale la pena, en dejar de permitir que los demás definan mis tiempos.
Este año dos de las personas más importantes que tenía se desprendieron de mí, y si bien dejaron una herida muy grande también me enseñaron una de las lecciones más importantes de mi vida: No dar por sentado nada, ni siquiera lo más mínimo, porque ante el primer temblor, todo puede desmoronarse.
Ya pasó un año, y pasó volando. Falta mucho por recorrer, todavía no terminé con los médicos y las tomografías y los dentistas y demás, pero se que con buena energía y con ganas de seguir adelante las cosas terminan saliendo bien.

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