-"¿Ya sabés qué vas a pedir?"
-"No tengo idea lo que quiero. Vos? ¿Ya sabes qué querés?"
-"A vos."
Siguió un silencio cómplice y mantuvimos la mirada por más tiempo del que habría podido hacerlo cualquier otra persona. Pero no somos cualquier otra persona. Somos el enfrentamiento milenariamente vigente entre cánido y felino. La antítesis. El complemento. Dos engranajes de una máquina totalmente equilibrada (dentro de su propio desequilibrio).
Y sonreí, y sonrió.
Fuego con fuego no se apaga, se aviva. Y al aprender a vivir ardiendo, es bueno compartir el calor con alguien en la misma temperatura.
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