Monday, October 26, 2009

Hollow.


Vacía, vacía como puñado de aire, con el alma retorcida, se miraba frente al espejo y se veía llorar. Las lágrimas le rodaban por el rostro como piedras de derrumbe. Sus sollozos se hallaban opacados por las manos que cubrían su boca. No quería llamar la atención. No quería que nadie supiese que ella estaba sufriendo; que por dentro se iba desintegrando y solo la estructura de su cuerpo se mantenía en pie, atentando con desmoronarse silenciosamente. Cada particula de su corazón iba entrando en una especie de catarsis crónica que le llevó por la espalda un escalosfrío que daba notas del porvenir. Un futuro cercano y oscuro que la mantendría ocupada, inmersa en una soledad abrumadoramente real y evidente. Cada segundo que pasaba, una nueva lágrima iba conociendo el contorno de sus facciones, atravesando sus mejillas hasta posar discretamente sobre la manga de su abrigo, el cual ya parecía moteado por las gotas saladas que ella dejaba caer. Quizá no haya solución, hay que atenerse a lo que el destino escribió para uno - pensó. Pero luego recapacitó - ¿Y qué tal si no existiera tal cosa como el destino? No existe el destino. Cada uno es libre de escribirlo día a día y darle vueltas a la vida cuántas veces se quiera. El destino no es sabio, no podría jamás estar dentro de una mente y controlarla hasta en sueños. Cada uno es dueño y señor de sus actos, por lo que, en consecuencia, también de su vida y lo que ocurra en ella, las personas con las que la comparta y las situaciones en las que se vea inmersa.

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