Calculo que todo tiene que ver con todo.
Que esté resfriada, que no pueda pensar, que a la vez piense demasiado, que mi casa sea un quilombo, que mi cabeza también. Que mi laburo no me deje minuto libre para escribir, y que a la vez esté escribiendo en el laburo.
Hoy es un día gris. Tanto afuera como adentro mío. Gris porque no puedo ponerle tintes que lo hagan Negro o Blanco. Porque estoy en el medio de una confusión enorme que no me deja pensar. Hoy es más fuerte que el resto de los días. Y hoy decidí hablarlo con mi amiga Celeste, porque sabía que no me iba a mentir, que no me iba a endulzar el oído. Y tuve razón.
Sé que no debo hablarte. Sé que no debo desbloquearte de la multiplicidad de redes por las cuales nos vinculábamos. Porque vos no lo hiciste, ni siquiera por curiosidad. Sé que no debo inmiscuirme OTRA VEZ en tu vida. Que debo dejarte ser, y ser feliz. Pero ese es mi gran problema. Mi cabeza no puede ni va a estar tranquila hasta tanto no sepa que sos feliz, o incluso que pudiste enamorarte de vuelta.
Este texto no viene con grandes analogías, o metáforas, o incluso algún sentido poético. Es crudo, llano y directo, porque la vida, el mundo y la gente conspiran para que yo me acuerde de vos.
- El bambú con forma de corazón que compré junto a vos en el barrio chino, dividido en dos ramas de bambú, entrelazado por raíces y hojas, hoy se me está muriendo. Pero no se está muriendo completo, solo se está muriendo una mitad. Y en cierta forma duele.
- Vi solo la semana pasada tres patentes con el número 000, sin poder jugar con nadie, ni ganarle a nadie. Y en cierta forma duele.
- Tu perfume. Tu perfume en el subte, en un boliche, en la calle. Y en cierta forma duele.
- Len Faki, sin vos. Y en cierta forma duele.
- A ese pedacito de papel que llevo siempre en la billetera con tu letra, ese pedacito de nuestro lugar en el mundo, se le están borrando las palabras. Y en cierta forma duele.
Siento como si te estuvieras borrando finalmente de mis fotografías, como en Volver al Futuro. Y no sé si puedo o quiero vivir con eso. Desde lo más profundo de mi ser quiero y necesito saber qué pensás, qué sentís. Reitero mi conocimiento, plasmado en la entrada del 31 de mayo, de que no tengo ningún derecho a consultarte, a hablarte, a volver a aparecer en tu vida, aunque así lo sienta, aunque sienta unas ganas imperantes de aparecer en tu casa como aquella vez que volví de la costa un día antes y fui corriendo a verte de sorpresa, o como la vez que te esperé en la casa de Pocha, para decirte lo que sentía esperando, con el corazón en la mano, que del otro lado fuera igual. Y en esos momentos tuve suerte, porque en cierta forma sabía la verdad.
Hoy no la sé. Hoy no tengo certeza de absolutamente nada de lo que pensás o sentís, o de las cosas que están pasando en tu vida. Solo sé que determinados hechos lograron enseñarle a mi mente ciertas cosas que antes pensaba, que hoy veo de una forma totalmente diferente y que me gustaría poder conversar con vos.
Sé que muchas veces te frustré con mis modos cerrados y mi forma cuadrada de ver muchos aspectos de mi vida y de nuestras vidas en conjunto, que si bien hubo actitudes o ideas que pude modificar me llevó tiempo, y el proceso fue arduo, cuesta arriba. Pero vivo en constante aprendizaje, cada situación que sucede alrededor mío me enseña y me educa, me forma y me endereza en el camino que elegí para ser feliz. El problema de todo esto es que tras descubrir que varias cosas que yo creía fundamentales como parte de una relación no lo son tanto, se me cayó un gran porcentaje del modelo que yo tenía de la pareja perfecta. Esto ocasionó que el día de hoy mi cabeza esté llena de incógnitas del tipo "y qué hubiera pasado si...", "y si yo hubiera entendido tal cosa antes?..." y esos interrogantes están haciendo agujeros en muchos otros elementos de mi mente que creía consolidados, arraigados y fuertes.
Siempre fui fuerte, hoy no es la excepción, pero si me pasa que dudo, y dudo más que en otro momento.
No voy a mentirte, intenté querer a alguien más, intenté olvidarte, superarte, borrarte de mi mente, pero hay cosas que van marcadas a fuego en la memoria emocional (que desafortunadamente no es la misma que la mental, la cual vos sabés que siempre fue un desastre en mi caso).
Me voy a poder olvidar de días compartidos, fechas especiales, palabras dichas. Pero hay algo que no puedo ni quiero ni busco olvidar, y es lo que sentí desde el primer hasta el último beso. Del primer al último abrazo. El calor de tu mano en la mía, mis ojos reflejándose en el brillo de los tuyos, tus ojos. La diferencia de altura, que siempre hizo que los abrazos fueran una mezcla de ternura y gracia. Tu respiración, con mi cabeza acostada en tu pecho. La música que compartimos y que hoy escucho con cierto dolor y melancolía. Lo que me puse la primera vez que salimos. Lo que te pusiste la primera vez que te vi. Las comidas que te preparé y vi comer con tanto placer. Cada charla seria o no; las charlas hasta las siete de la mañana, o hasta que a alguno se le cayera el celular en la cara. Olvidarme como subir una escalera, que armes un sándwich al revés. Llegar muertos de frío de la UMF y meternos en la ducha caliente con ropa. Viajar 17 horas en el tren más lindo que vi, morirme de risa con tus payasadas. Verte escuchar a mi abuelo hablar, completamente sorprendido cual nene chiquito. Verte construir la jaula de Kiwi con todo el amor del mundo. Verte disfrutar la comida de mi mamá. Verte manejar. Verte reír. Verte mirarme. Verte.
Mi cerebro podrá olvidarse de muchas cosas. Pero hay recuerdos, sensaciones y sentimientos que no se le van a borrar jamás, y hoy más que nunca los siento presentes. Me ayudan a mantener la compostura y recordar que no soy yo quien debe acercarse. Que no tengo derecho. Aunque me duela en el alma aceptarlo.
Fuiste, sos y vas a ser siempre una parte importantísima de mi vida. Creo que ni mi cuerpo, ni mi mente ni mi alma van a poder olvidarse de lo fuerte que fue lo que sentí. Y en parte siempre voy a castigarme por no poder haber aprendido a valorarlo cuando fue oportuno. Hay días, como el 31 de mayo, en que me siento orgullosa de haber llegado a sentir el nivel de amor y devoción que sentí por vos. Otros, como hoy, me castigo por haberlo dejado ir.
No estoy segura de si entrás a mi blog. No, sabiendo lo mucho que te herí. Pero si llegás a leer esto, quiero que sepas que me gustaría que nos sentemos a tomar un café (no en starbucks porque sé que no te gusta) y a comer algo rico mientras nos miramos a los ojos y como dos personas adultas hablamos de todo lo que quedó inconcluso.
No busco nada, mis intenciones son transparentes. No voy a convencerte de absolutamente nada, ni prometerte cosas que no puedo cumplir. Quiero escucharte. Simplemente escucharte, verte y tal vez, solo tal vez, poder sacarte una sonrisa, señalar tus oyuelos y que me pongas esa cara de culo que pusiste siempre que te los señalé, y que siempre me hizo feliz.
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