Wednesday, March 11, 2009

Historia.

Caminaba sola bajo la lluvia, sus lágrimas se camuflaban y su expresión se ocultaba bajo ese rostro mojado. Estaba fría pero no lo sentía, ella se veía morir mientras caminaba, rodeada de gente, pero sola, completamente sola. Ese camino hacia su casa habría sido el más largo de no haberlo visto a él, radiante, luminoso y por sobre todo, seco. Él, el único que notaba su presencia, el único que veía su cuerpo caminar solitario, el único que la vio partir su corazón en mil pedazos, el único que sería capaz de recuperar todas sus piezas y volver a armarlo, sanarlo, cuiadrlo de los males a los que siempre se enfrentó. Él era el que ella quería, al que siempre esperaba, pero no lo sabía. Gentilmente él se ofreció a compartir su paraguas, lo que solo significó un gesto amable, ya que ella era ya un mar, completamente mojada de pies a cabeza. Ella aceptó la compañía de ese hombre amable, el cual la llevaba con un brazo alrededor de su cintura. El roce de esa mano era para ella la más dulce caricia. Ella sentía más que ántes cada contacto, cada palabra, cada suspiro, cada noche en la compañía de su almohada. Y no podía evitar amar ese roce secreto, que para él no sería por el momento más que un abrazo noble.
Caminaban en silencio, había dejado de llover y a ella ya comenzaban a notársele las lágrimas. Él se atrevió a preguntar el por qué de su llanto. Ella contesto que no había amor correspondido para ella. Con una lágrima brillante sobre su mejilla, clavó su mirada en los ojos de su compañero, el cual sin darse cuenta había comenzado a hacer fuerza con su brazo para acercar a la pobre víctima de malos amores, más cerca de su cuerpo y cada vez más dentro de su corazón. Comenzaba a encariñarse en secreto, examinaba cada pulgada del cuerpo mojado de la inocente, pretendiendo poseerla, tenerla para él, y actuar como su coraza para que nada ni nadie pudiera volver a lastimarla.
Mientras caminaban bajo aquel cielo nublado de mayo, él comenzaba a imaginar una vida con ella, con solo mirar sus hermosos y melancólicos ojos verdes, el podía saber mucho más de ella que pasando todo un día haciéndole preguntas sobre su vida y su llanto.
Él no se contuvo, necesitaba escuchar su voz decir algo de ella, algo que él guardaría para siempre en su memoria y en su corazón. - Gracias. - susurró ella, y rompió en llanto instantaneamente. Él no contuvo el impulso de frenar la marcha, cerrar el paraguas y rodearla con sus brazos, creyendo poder desaparecer todo el dolor con ese abrazo lleno de amor. Ella jamás había sido abrazada así, jamás se había sentido tan contenida, no quería que la soltara, y por sobre todo no quería acabar ese viaje hacia su casa con un acompañante tan gentil. - No quiero llegar. - mencionó ella, y decidieron juntos ir a tomar un café, completamente en silencio. Sin saber ni sus nombres, sabían más uno del otro que si se hubieran conocido años atrás.

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